miércoles, 24 de diciembre de 2008

mensajes por navidad de la iglesia católica (videos)


canal n.- obispos del callao y arequipa, miguel irizar y javier del rio. navidad y pobreza.

el diablo los junta. hace unos días cipriani y garcía en "baño de popularidad". pese a las críticas justificadas o no, la iglesia católica contribuye en la medida de lo posible con la paz, la justicia y el desarrollo, trabajando en silencio. no por uno o tres ciprianis se puede condenar a todos.

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2 comentarios:

  1. Fuera de topic

    ¡El humorista del año?

    Ja, ja, ja... Me hace reír (y a la vez llorar) la elección de Carlos Álvarez como "el humorista del año" (El Comercio). Y como entre humoristas se deben conocer unos a otros supongo que Heduardo está al tanto del currículum de ese "cómico".

    En todo caso, así censuren este comentario, vale la pena recordar lo que opinan algunas otras personas sobre este cómico.

    A continuación, in extenso, lo que piensan sobre este "personaje del año", César Hildebrant, Maritza Espinoza, Patricia Salinas, y el Búho del Trome

    "La rata” y el ratón
    por César Hildebrandt

    Al señor Carlos Álvarez le gustaba rematarse (pero no de risa sino al contado) cuando Fujimori mandaba, Montesinos asustaba, Canal 7 pagaba y la gente decente vomitaba si encendía la tele.

    Era la época en que el señor Álvarez salía en los mítines re-reeleccionistas del jefe de la banda (cruzada) que atendía en Palacio de Gobierno y en su filial de Chorrillos (o sea el SIN).

    El señor Álvarez cobraba en las ventanillas de Canal 7, recibía indicaciones del guionista Bressani, del productor Montesinos y del Akira Kurosawa de los vertederos (Alberto Fujimori), y con toda esa ayudantía detrás salía a la pantalla a enlodar a la oposición, a calumniar a los díscolos y a hacerles muecas a los desafectos (a tanto el insulto y a cheque en mano la inmundicia y a letra a 30 días el kilo de saña).

    Y como el señor Álvarez es muy talentoso y es muy artista –y por eso fue reclutado por la mafia que usó a Lúcar como entretenimiento y a la señora Bozzo como la bruja del 69-, claro que hacía reír y por supuesto que era eficaz en su campaña de desacreditar a la democracia y de pintar como aves de mal agüero a los que peleaban en las calles por la desinfección del país.

    Se reían los televidentes con estruendo y con eco se reía Montesinos y rabiaba la oposición y cobraba Álvarez. Y hasta salía Álvarez en los mítines del autor de “La Cantuta” y otras marchas fúnebres. Salía feliz Álvarez a bailar -con la anchura de todas sus caderas de folclórica in péctore- el baile del Chino, que sabía de memoria y que llegó a ser su cortina musical, el timbre de su celular y el himno que tarareaba cada vez que pasaba por caja en Canal 7 (el pago oficial) y por Cajatambo en el SIN (las 30 piezas de plata de cada bolo).

    Todo era podridamente perfecto en ese mundo del año 2000, cuando la Alemania nazi-andina que iba ser el Perú estaba dispuesta a entregarse al Tercer Reich de Fujimori.

    Y en ese mundo, claro, el señor Álvarez era, gracias a sus prodigios de transformista teatral, una especie de Eva Braun al servicio de la nueva Alemania (quise decir, del nuevo Perú).

    Hasta con un letrero que tenía pintado el año 3000 salía Carlitos Álvarez en los mítines de Fujimori mientras competía en bamboleo de caderas con don Francisco Tudela, el Canciller de Jade.

    Con ese letrero que enseñaba por todo el escenario –donde la reina indiscutible era Rossy War-, Carlitos Álvarez proponía el milenio del que le pagaba en ese momento.

    Años atrás, Héctor Delgado Parker, asesor de Alan García, le encomendó a Álvarez despacharse con el personaje de “Popy” Olivera. Olivera era enemigo –en tanto que cónyuge de una señora Wiese- de Alan García y para el buen Héctor era importante que Álvarez ridiculizara al máximo a Olivera poniéndole el nombre de un payaso venezolano y pintándolo siempre como un maniaco de la estupidez aniñada. Álvarez obedeció (con su cheque respectivo) y durante años “Popy” Olivera se exprimió ante cámaras.

    Cuando don Baruch Ivcher era un fujimorista vestido de caqui y con galones de asimilado, Carlitos Álvarez fue el furgón de la fanfarria y el intérprete de todos los odios –de los miles de odios- que don Baruch Ivcher decidió expresar por la vía del humor (el humor de Álvarez, por supuesto). ¿Había un político faltoso? Le pedían a Álvarez que lo “destruyera” pintándolo de ladrón, borracho, idiota o degenerado (se podía escoger y había categorías no excluyentes) ¿Expulsaron a un periodista de la TV porque ya se venía el 5 de abril del 92 y había que desbrozar el terreno? Llamaban a Álvarez y él lo pintaba como mermelero, maricón, enano, drogadicto (se podía escoger, dependiendo de los ceros a la derecha que tuviera el cheque de fin de mes). Y cuando Ivcher se peleó con Fujimori y tuvo que irse del Perú porque sus ex socios de aventura querían inmovilizarlo debajo de una losa, Álvarez preguntó al Oráculo de Delta (Mónica) a quién debía de obedecer. Un vozarrón mandatorio que parecía venir de la prefectura onomatopéyica de Kagoshima respondió:

    -¡Obedecerás, como siempre, al que pague!

    Y Carlitos obedeció a la voz que le ordenaba seguir obedeciendo. Así que, según el testimonio imborrable de Matilde Pinchi Pinchi -cronista de la cutra, corresponsal-cama adentro de las finanzas del SIN-, Carlitos Álvarez empezó a frecuentar Chorrillos y a recibir sobres de manila con papeles impresos por la Casa de la Moneda.

    Cuando cayó Fujimori, el sistema anticorrupción escuchó a la Pinchi y llamó al pinche de Fujimori (o sea Montesinos) y le hizo la pregunta más imbécil de la historia:

    -Señor Montesinos: ¿a quién estaban dirigidos los sobres con dinero que tenían escrito el nombre de Carlos Álvarez?

    Montesinos se dio cuenta de que la cucaracha Martina, previo porro, estaba haciendo de fiscal. Así que respondió:

    -A Carlos Álvarez.
    -¿A Carlos Álvarez, el cómico? –le preguntaron dos abejorros asistentes.
    -No– dijo Montesinos, recordando su etapa de guionista de humor teledirigido-.

    Y añadió:

    -Carlos Álvarez era el nombre falso de uno de los agentes del Servicio de Inteligencia.-
    -¿Y otro de esos nombres falsos era Tulio Loza? –preguntó la cucaracha Martina alisándose una antena.
    -Así es –respondió Montesinos mientras se cagaba de la risa.

    Así que Carlitos Álvarez le debe su libertad a Vladimiro Montesinos. Bueno, le debe un montón de cosas pero podríamos decir que la libertad es la deuda más cara que el humorista deberá pagarle en serio, algún día, al co-autor de la letra de “Barrios Altos” (porque la letra con sangre entra).

    Por eso es que Carlitos Álvarez causa una risa convulsiva, imparable y peligrosa para el corazón cuando ahora habla de “la libertad de expresión amenazada” y cuando afirma, ante la anuencia de sus amigos de pantalla y simpatías, que cuando sale con la cara de Rómulo León, la barba de Rómulo León, la voz de Rómulo León, las frases de Rómulo León, no está aludiendo a Rómulo León.

    Y la risa que produce Carlitos llega a ser ruido molesto digno de Serenazgo cuando, encima, dice que decirle rata a León no es insultarlo porque, cómo no, lo de rata lo dijo el presidente García y ya sabemos que este humorista suele ser cola del que manda y rabo del que paga.

    A mí, particularmente, Rómulo León, desde un punto de vista político, me da náuseas. Pero sería indigno de mi parte decir que cuando digo que Rómulo León me da náuseas políticas no me estoy refiriendo a Rómulo León. No hay que ser rata para actuar así. Hay que ser ratón de Fujimori y Mickey de Montesinos.

    Y por si acaso: esta columna sí se refiere a Carlos Álvarez, el cómico que da risa no sólo porque es brillante y hasta magistral sino por razones que él quisiera ignorar.

    Porque el humor no tiene por qué ser invertebrado. Charles Chaplin se enfrentó a la industria cinematográfica y venció. Al gran Lenny Bruce le hicieron el FBI y los conservadores la vida imposible. Hasta el primer Cantinflas (en blanco y negro) llegó a ser un pelao contestatario. En relación al poder, Carlitos Álvarez, en cambio, siempre está de humor para servirlo.

    miércoles 19 de noviembre de 2008


    Y esta otra columna, también de Hildebrandt:

    Tres pesadillas inventadas
    por César Hildebrandt

    -UNO-

    El 21 de agosto de 1998 el señor Carlos Álvarez tuvo una pesadilla espantosa. Soñó que los tiempos de la dictadura se ponían más feos que nunca -el miedo se veía en todas las caras-, que la calle se ponía más dura todavía y que él terminaba en el canal del Estado contratado por un tipejo que atendía con el torso apenas cubierto por un bividí mugriento, muy al estilo del Toni Corleone, el hijo del Padrino.

    En la pesadilla, un Álvarez ruin denigraba a los adversarios de la dictadura y adoptaba el abecé ideológico de un íncubo llamado Chino Maldito. Pero eso era al final.

    Al comienzo, guiado por el hombre del bividí, Álvarez fue adentrándose -en la pesadilla, se entiende- en una especie de palacete de Santiago de Surco, un adefesio arquitectónico salido de la cabeza de un parchador de llantas.

    -Chino Maldito va a empezar un discurso -dijo el hombre del bividí-. Tienes que oirlo para entender cómo debe ser tu nuevo programa en el canal del Estado.

    En efecto, un hombre de ojos orientales y con la cara salpicada de cráteres se disponía a hablar ante un tumulto de mujeres en sostén y hombres -para redundar- en bividí.

    -El Perú -dijo el hombre que se parecía a Tojo-, es un lodazal oceánico donde sólo deben de sobrevivir los anfibios, una chacra donde, gracias a Dios y el esfuerzo de todos, la mentira ya es una religión, el latrocinio un mandamiento, el asesinato un servicio postal, la falsificación un tic, Laura Pozo un vertebrado, la manopla una alhaja, la puñalada una instancia judicial y la adulación rastrera el único pasaporte que reconoceremos...

    Los descamisados aplaudían a rabiar y miraban a Álvarez, que también empezaba a aplaudir.

    Pero la pesadilla no terminaba allí. Seguía con Álvarez en Canal 7 burlándose de los opositores, franeleando a Chino Maldito, haciendo alusiones a la homosexualidad presunta de un combatiente de la dictadura y, en fin, convirtiendo su propio talento en un chancay de a 20 pisoteado por una barra brava.

    -¡Me he convertido en una puta!- gritó Álvarez en la pesadilla.

    Entonces, también en la pesadilla, un montón de putas salieron de todos los rincones y empezaron a perseguirlo tirándole piedras y zapatos con taco aguja y mazos de naipes del Tarot.

    -No nos insultes, Álvarez -gritaban las putas-: nosotros somos putas por necesidad. Tú eres puta porque te da la gana.

    Álvarez corría menos rápidamente de lo que debía -eso pasa en todas las pesadillas- y al fin era alcanzado por ese puterío en armas que lo descuajeringaba, lo troceaba y lo desaparecía.

    Álvarez despertó sudando de ese sueño profético. Despertó porque el teléfono había timbrado. Lo llamaba un empresario de caravanas que, además, era dueño de un burdel muy famoso. La llamada era para contratarlo.

    -¿Para las caravanas? -preguntó Álvarez.

    Un largo silencio fue la respuesta.

    domingo 23 de noviembre de 2008


    Seguimos con las columnas, para que así no quede ninguna duda de lo pernicioso de la existencia de este especimen metido a cómico, con otra columna magistral escrita por Patricia Salinas, y luego otra, escrita por Maritza Espinoza.

    Una Historia De Ficción
    por Patricia Salinas

    Carlos Álvarez dice que el Rómulo Meón y Bieto Quimper, esas ratas híbridas de sus sketchs de “El especial del Humor” no son Rómulo León y Alberto Quimper, sino personajes de ficción.

    Evelin Ortiz, quien personifica a Magnolia Merino en la miniserie que Frecuencia Latina ha programado a las 9 de la noche, asegura que aunque su personaje es una conductora de televisión de un programa de chismes de farándula en cuyo primer capítulo va presa por delito de difamación contra un futbolista, no es Magaly Medina, todo es ficción, afirma.

    No importan las coincidencias en la historia sobre su rivalidad con una animadora rubia a la que detesta, su salto a la fama por su participación en el espacio “Fuego Cargado”, en el que destroza a un famoso animador de un programa popular, los ampays, las cirugías, el cabello de rojo, en fin, hasta el reportaje de las prostivedettes.

    No hay que ser tan suspicaces, no es Magaly, son puras coincidencias (ver nota aparte en página 58).

    A ver, le damos una idea a Michelle Alexander para su próxima miniserie o a Carlos Álvarez para una de sus parodias: la historia de un fabricante de colchones judío, llamado digamos, Aduch Pitcher, socio de un canal de televisión que destaca por su noticiero sensacionalista y su afinidad con el gobierno de turno y especialmente con la Fuerzas Armadas, a las que les vende cientos y cientos de colchones y quizás, podría ser interesante, armas.

    Pero un día Pitcher se pelea con el asesor presidencial, un tal Montefino y decide cambiar la línea editorial de su canal a la oposición. En castigo, Montefino revela que no es peruano y le quitan el canal. Pero él sabe esperar y empieza a mover sus hilos desde Israel y Estados Unidos. Demanda por todo lado y logra que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo reconozca como una víctima de la dictadura mafiosa de Fujimoto y Montefino y mientras sus socios, los hermanos Bitter son apresados por haber recibido dinero de la corrupción, él retoma el canal, logra que el Estado peruano le pague más de 20 millones de soles como “reparación” por los agravios que recibió de ese gobierno y encima, se niega a pagar 54 millones de soles de impuestos. Ah… y en medio de todo se comprueba que efectivamente tiene nacionalidad israelita.

    Es una rica historia, porque ojo ¡todo es ficción! y seguro que con la creatividad de Eduardo Adrianzén y un poquito de aderezo sentimental quedaría maravillosa.

    27 de noviembre de 2008


    Y aquí la de Maritza Espinoza

    Humor oscuro
    por Maritza Espinoza

    Me escribe indignado Marco Farfán Cartagena (DNI 10171558), nacido en el distrito de El Carmen, Chincha.

    Él, como muchos habitantes de ese cálido pueblo, está harto del trato que les dan en la televisión, pero, además, está indignado particularmente con Carlos Álvarez.

    En su carta cuenta por qué. "Hace unas semanas, en el Centro de Lima, al celebrarse un encuentro cultural, cometieron el error de invitarlo (a Álvarez), al igual que a La Tarumba, donde trabajan los hermanos Ballumbrosio.

    Cuando al señor Álvarez le tocó hacer su presentación, empezó a burlarse de los negros y hasta se atrevió a hacer chistes sobre la familia Ballumbrosio, provocando la reacción de Chevo Ballumbrosio, quien le propinó un puñete", escribe Marco y agrega:

    "No es la primera vez que este señor falta el respeto a la gente de Chincha. Hace un tiempo, en su programa asqueroso, manifestó que la pista de Chincha se hizo aplastando a todos los negros de la zona. (...) Yo, que vengo de un lugar donde la mayor parte de la población es negra, me siento tocado".

    Marco, que no es un político corrupto ni un general cuestionado, tiene toda la razón de ofenderse. Él cuestiona también a "personas como Javier Lobatón y Martín Farfán, que se humillan por un plato de frejoles y salen a hacer el ridículo" y quiere que sus tres hijos, ya adolescentes, crezcan en un país libre de racismo.

    No quiero comentar más, su carta habla por sí sola, y ojalá Carlos Álvarez lea sus palabras. Tal vez lo hagan reflexionar un poco.

    21 de noviembre de 2008


    Y por último la columna del Búho

    Sorpresas del espectáculo
    Por: El Búho

    La reveladora encuesta del diario 'El Comercio', donde participaron miles de lectores con sus votos sobre lo mejor del espectáculo nacional en el 2008 que se nos va, dejó varias sorpresas.

    Por ejemplo, en 'el rostro masculino del año', el premio recayó en Carlos Álvarez.

    Pareciera que sus votantes sufren el mal de Alzheimer, pues olvidan su patético papel en la putrefacta dictadura fujimorista, que lo llevó al banquillo de los acusados de corrupción...


    (el resto de la columna no viene al caso aquí)

    Así que esa es la verdad del infeliz ese que se cree chistoso, que no es más que un cuajo de leche podrida que recurre al facilismo más procaz en su intento de mantenerse en el rating, rating que cada día se le escapa más y más de las manos. Y así, quiere meterse a presidente. Esa sí que es concha; y de las gigantes. A ver, que haga el favor de parodiarse a sí mismo, como lo que es (según lo escrito por Hildebrandt). Ese sí sería el chiste del año.

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  2. http://bloghildebrandt.blogspot.com/2008/12/ironias-de-la-vida-2.html
    Feliz navidad julio y mejor año el proximo.

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