voz Fernando Diéz de Urdanivia.
Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos. Orfandad...Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.Y tú, cuál llorarás... tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.el correo de salem: "Me habían invitado a hacer una lectura de poemas hispanoamericanos en la Penitenciaría estatal de Oregon, pero a la entrada me decomisaron los libros en obediencia a determinadas normas carcelarias. Tenía enfrente a unos quinientos presos hispanos y no sabía qué decirles. De pronto, escuché salir de mí uno de los pocos poemas que sé de memoria, el “Dios” de César Vallejo. Pensé que no me iban a entender, y acerté. No entendieron a Vallejo, pero lo sintieron. Antes de que terminara de decir el poema, muchos de estos hombres supuestamente muy duros bajaban los ojos. Algunos no temían mostrar que estaban llorando."
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