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1. Mil ojos y mil oídos (electrónicos)
Uno de los lemas más atemorizantes de SL era el foucaultiano: "El Partido tiene mil ojos y mil oídos". El canal también los tiene: electrónicos. La colocación de cámaras ocultas en los lugares menos pensados y la impunidad de quien tiene el poder y los recursos, en este caso la conductora del programa, naturalizan la intromisión en la vida íntima de los ciudadanos y borran de manera perversa la separación entre lo privado y lo público.
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Lo que hizo Magaly TV (el "ampay" de las prostivedettes) fue un ‘operativo de inteligencia’, término que en el castellano del Perú hace tiempo no se limita a la terminología militar y policial, a la lucha contra la subversión o la delincuencia organizada sino que, con ayuda de un líder de opinión tan importante como el Presidente de la República (fujimontesinos), ha ampliado su campo semántico hasta incluir prácticamente cualquier ámbito. El hermano mayor te vigila, no importa cuán pequeño y sin importancia seas. Y en la pequeñez encontramos otra semejanza.
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2. Presas fáciles
En efecto, los mil ojos y mil oídos de SL vigilaban y castigaban por lo general a soplones de pequeñas aldeas, abigeos, comerciantes abusivos, tinterillos; pocas veces servían para hacer el reglaje a peces gordos. Para SL, eso era parte de su táctica de acumulación molecular de fuerzas cercando las ciudades desde el campo.
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En el caso de las vedettes, los ojos y oídos del canal gobiernista ya no se concentran, como en los últimos tiempos de Ivcher, en denunciar las torturas del SIN, los ingresos de Vladimiro Montesinos o los escándalos de altos personajes vinculados al régimen. Ahora son mujeres, que por cierto no son ángeles, como tampoco lo eran los pequeños delincuentes y/o abusivos ajusticiados por SL, pero aparecen tristemente vulnerables, presas fáciles que no tienen capacidad real de respuesta y, en el mejor de los casos, viven la ilusión de un "poder mediático" sobre el cual no tienen ningún control.
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A esas presas fáciles se les arma una suerte de ‘juicio popular’ mediático. Sus reclamos de inocencia son contrastados con las pruebas audiovisuales que el canal ha acumulado en secreto. "Mentira", clama una voz en off con tono moralista cada vez que las vedettes hacen algún descargo (‘no cobré’, ‘era un amigo’, etcétera). Para subrayar las "pruebas" audiovisuales, a la voz en off se añaden subtítulos con comentarios irónicos: "Ampay".
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3. Castigo ejemplarizador
Como en los ‘juicios populares’ senderistas, no basta que las condenadas en el juicio mediático reciban la pena máxima, en este caso la destrucción de su imagen, su muerte simbólica. Es necesario su aniquilamiento. Así como SL chancaba con piedra, cortaba el cuello con cuchillo sin filo, dinamitaba y volaba en mil pedazos el cadáver de sus víctimas, en este caso también hay que cebarse en ellas, destrozarlas en sucesivos programas, ridiculizarlas y humillarlas en los titulares de la prensa "chicha".
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Tanto los ‘juicios populares’ senderistas como los juicios mediáticos producen ‘castigos ejemplarizadores’ que tienen como objetivo atemorizar y envilecer. Por un lado, inocular el miedo en la polis paralizándola por el terror que inspira ese poder oculto que vigila en la oscuridad. Se trata de atemorizar a políticos opositores, pero también a los ciudadanos comunes y corrientes, para que no se metan en política. Mejor, como en el poema de Belli:
"Yo, mamá, mis dos hermanos/y muchos peruanitos/abrimos un hueco hondo, hondo/donde nos guarecemos [...] y optamos por hundirnos/en el fondo de la tierra,/más abajo que nunca,/ lejos, muy lejos de los jefes,/hoy domingo,/lejos, muy lejos de los dueños,/entre las patas de los animalitos,/ porque arriba/hay algunos que manejan todo,/que escriben, que cantan, que bailan,/que hablan hermosamente,/y nosotros rojos de vergüenza,/tan sólo deseamos desaparecer/en pedacitititos".
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Un subproducto del miedo es la construcción de ciudadanos no sólo pasivos sino convencionales. Los destapes de Magaly TV pretenden romper con los convencionalismos y las hipocresías. Pero en realidad se ubican dentro de los marcos de una moral machista, conservadora, intolerante, frente a la cual los comportamientos de las condenadas aparecen desviados. También SL castigaba borrachines, mujeres o maridos infieles, homosexuales y prostitutas en nombre de principios supuestamente revolucionarios, pero en realidad tremendamente puritanos. Magaly, y especialmente Laura Bozzo, fomentan un caos aparentemente trasgresor pero bastante controlado, para concluir muchas veces con moralejas conservadoras propias de predicadores mediáticos, de esos que son sorprendidos después... con prostitutas.
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4. Envilecimiento y, por supuesto, machismo
Pero, sobre todo, los juicios mediáticos envilecen. SL obligaba a participar como ‘masa’ a los habitantes de los pequeños pueblos donde hacía sus ‘juicios populares’. En Afganistán, cuando los talibanes cortan la mano al ladrón, o en China, cuando se fusila a delincuentes, la gente es invitada a presenciar la ejecución pública en los estadios. Ellos acuden por miedo o por morbosidad. Nosotros por morbosidad, aunque quién sabe qué papel jugará el miedo en la atracción fatal que ejercen esos programas. En todo caso, somos la ‘masa’ captada por los medios masivos y participamos del juicio como público (televidente). Y nos envilecemos.
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Una última semejanza. Tanto en los juicios de SL como en los juicios mediáticos, las masacradoras suelen ser mujeres. Se discutió alguna vez si eso era prueba de la igualdad de los sexos o de la liberación femenina. En realidad, las mujeres de SL estaban ‘sujetas’ (por escrito) a un gran patriarca, el Presidente Gonzalo.
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Por su parte, Magaly es mujer pero su moral es netamente machista, y no por azar opera dentro de El Canal (masculino) expropiado por el Gobierno para desarrollar con él una estrategia de doble entrada. Por un lado, los noticiarios y el programa Contrapunto se deshacen en loas al Gobierno y ataques histéricos a la oposición, incluyendo a la Defensoría del Pueblo e instituciones de vigilancia electoral como Transparencia, condenadas como parte de una supuesta "telaraña roja" (ni la guerra fría ni la caliente han terminado en el canal expropiado).
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Por otro lado, maniobras de distracción y envilecimiento de las cuales el escándalo de las vedettes es sólo el más reciente y el más abusivo. No importa si este escándalo fue o no diseñado como un operativo psicosocial, una maniobra de distracción en época electoral. Porque es el conjunto de la programación el que, jugando en pared con más de media docena de diarios "chicha", contribuye a crear un clima político y cultural de envilecimiento ciudadano. Y uno de los principales hilos que articula los distintos componentes de esta estrategia política mediática es el machismo.
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El Gobierno (fujimontesinista) niega que tenga algo que ver con estos temas, porque se considera absolutamente respetuoso de la libertad de expresión. Pero es revelador que en el programa en que se proyectaron los vídeos con los actos sexuales aparecieran avisos publicitarios del Ministerio de la Mujer. Allí el régimen exhibió el fustán. Afloró, parafraseando a Zizek, "la intimidad obscena del edificio ideológico fujimorista".
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5. Diferencias: La vida es un carnaval
Sin embargo, también hay diferencias notables entre la violencia del viejo SL y la de los actuales medios masivos, que explican en buena parte la derrota del primero y el éxito de los segundos. No sólo la distinción obvia entre la violencia simbólica pero al mismo tiempo contundentemente letal de SL y la estrictamente simbólica, discursiva, de los medios.
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Tanto o más importante es la deslocalización de la violencia mediática. Los ‘juicios’ senderistas tenían lugar en la plaza del pueblo o en algún otro espacio público. Los juicios mediáticos pueden verse en el último rincón del país; rompen barreras geográficas, diferencias de edad, género, cultura, clase social; borran los límites entre lo público y lo privado. Como el dolor de Vallejo, nos sorprenden por detrás, de perfil, caen perpendicularmente, nos clavan frente a los aparatos de televisión. La eficacia del ‘castigo ejemplarizador’ se multiplica al infinito; el mensaje se masifica, se machaca7 hasta volverse sentido común y cae como una lluvia ácida. Y sabemos que cuando llueve (ácido) todos se corroen.
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Sin embargo, tal vez la diferencia clave sea el lugar desde el cual ambos ejercen su violencia. Guzmán y SL se ubicaban por encima de todos y repartían premios y castigos cual divinidades sanguinarias. Magaly no se pone por encima de nadie. Afirma, por el contrario: "Yo soy parte de esta escoria. Yo también soy morbosa. Yo gozo con esto, no tengo problemas con mi conciencia, me gusta el rating"9. En otras oportunidades ha reconocido en su propio programa ser "una basura".
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Guzmán juzgaba como intérprete científico de las leyes de la Historia, juzgaba desde la razón o la verdad histórica. Constituía en ese sentido una perversión –no la única, pero sí una de las más extremas– del hegelianismo y del marxismo. Magaly "juzga" desde una moral extremadamente pragmática, aquélla que en su dimensión filosófica considera que sólo existen intereses individuales cuya agregación produce supuestamente el bien común. Es en ese sentido una perversión del liberalismo, muy a tono con la versión extrema del neoliberalismo hoy hegemónica en el discurso más que en la práctica paternalista del régimen. Así, si bien las diferencias entre la vieja y la nueva violencia son abismales, los extremos se tocan. Para ambas, todo vale. "Salvo el poder, todo es ilusión", afirmaba Gonzalo. "Salvo el rating, todo es ilusión", podemos parafrasear a Magaly, Laura y compañía.
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Otra impactante diferencia. Las víctimas del juicio mediático no ‘mueren’ simbólicamente. No es que se retiren avergonzadas de la vida pública o se encierren en un convento. A los pocos días, después de haber llorado en otros programas defendiendo su condición de artistas y de madres y de haber amenazado con enjuiciar a quien violó su intimidad, regresan a una farándula en la cual, al parecer, el escándalo ha subido sus bonos ("No importa si hablan bien o mal de ti, con tal de que hablen..."). El ser objeto de voyeurismo ilegal acaba convirtiéndose en una forma torcida de acceder a la celebridad, o de incrementarla.
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Así, El Men del 15 de febrero titulaba: "Potoncita [Adaro] se forra de plata por vídeo de sexo. Le subieron los bonos cuando apareció en pleno chuculún. Ahora le llueven chambas, se hace de rogar y cobra como gringa".
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Ante semejante desenlace, podríamos cerrar este artículo con la música de fondo de La vida es un carnaval. Pero aclarando que el verdadero carnaval tiene una vena cuestionadora del poder, una carga de inversión del mundo y quiebre de las jerarquías. Por tanto, frente a la carnavalización bamba secuestrada y digitada desde el poder, es necesario resistir de mil formas, sin olvidar la carcajada carnavalesca que proclame que el rey y sus ayayeros hace rato están desnudos.
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